viernes, 30 de octubre de 2009

Cuento Citadino

“El Cosa” y sus cositas. Escrito por: Carlos Alberto Ramírez Delgadillo
(André Michel) Agosto 2009.

Los días asoleados están al por mayor en estas vacaciones. Se me antoja para andar en la playa, bronceándome sobre la arena, pero no da para más mi cartera. La prima vacacional no me saca de apuros y no tuve más opción que quedarme en la ciudad. Un día como mortal en las calles citadinas me sale más barato que la playa.

El día de hoy es como cualquier otro. Despierto temprano. Ya estoy acostumbrado. Toda la semana con el horario de burócrata. Hoy por más que intento dormir unas cuantas horas extras, siempre despierto a la misma hora: a las siete de la mañana. De ahí en delante, párale de contar. Nomás ando divagando en la cama y con la mente. Literalmente me hago unas puñetas mentales intentando planear qué hacer ahorita por la mañana. Ya en la tarde atenderé mi despacho de “aboganster”. Tener estos días de vacaciones como burócrata no me está resultando sano. Me siento obligado a inventarme cosas por hacer ahora que estoy de ocioso y no hay mucha destreza a estas horas de la mañana. Los cines cerrados. Las plazas comerciales cerradas. El Candy’s cerrado. Uta madre, sólo la televisión, pero le cambio y le cambio y no hay nada. Es increíble tener cable y de 99 canales ninguno me dé respuestas. Ni el “Animal Planet” ni “Discovery Channel” le gustaron al “Strofy”.

Ni hablar. Siempre salen a salvación los canales locales. Si he de ver noticias prefiero que sean en español y de mi ciudad. El inglés no se me da. Nada de que la CNN y que Michael no se murió. De los canales menos peor me decido por el canal cuatro. Le tengo cariño a ese canal. Son buenos los programas que salían cuando estaba más morrito. Recuerdo cuando salía el “Tío Carmelo”. El noticiario no es espectacular ni amarillista como en la competencia, pero de menos ahí sale gente “normal” y no sólo “gente bonita”.

Mientras desayuno me entero de las noticias. La noticia de moda es el tal “Macrobus” y las “Villas Panamericanas”. El “Macrobus” nunca lo he utilizado y a decir verdad, no se me antoja. El noticiero comenta que hubo otro atropellado. Antes eran los minibuses, ahora es el “Macrobus”. Ni a cuál irle.

Del otro tema, uno se entera de cada cosa que hacen los políticos por dinero. Ahora resulta que le van a dar en la torre al Parque Morelos para construir unos departamentos para los Juegos Panamericanos. Como si eso necesitáramos en esta ciudad. Inventan cualquier pendejada para despilfarrar o embolsarse dinero.

Se nota que les gusta el dinero. Los entiendo. También a mí me gusta y mucho, pero al menos uno llama a los “business” por su nombre, no que ellos, manipulan cifras y reglamentos, compran gente y firmas para ser los ganones.

Uno no anda con limosnas, disfrazadas de donaciones para construir mausoleos a gente muerta, dizque “mártires”, por orden del episcopado, o para recibir “indulgencias” por no saber ser persona. ¡Ah qué Emilio! Hombre habrías de ser y no necesitar empedarte para mentar madres.

Emilio me das pena. Nomás buscando cómo sacar lana. La buscas hasta debajo de las piedras, sotanas y de las televisoras, ¿verdad? ¿Dime cómo está eso de hacer novelas, chafas muy chafas, dizque para promover la ciudad? Para novelas las que me hace mi vieja Sasha. Esos panchos sí son dignos de novelas. Ella sí que no es pendeja y para su mala suerte, no irá al cielo…

Ni hablar. ¿Qué le voy a hacer? Yo, un simple abogado que no gana más del mínimo… Ni yo me la creo, pero bueno, si ellos van por la lana, yo también. Yo no era así. Me hicieron… otro chascarrillo más, ¿eh? Me las aviento buenas, igual que “El Etilio”.

Después de ver que le quieren dar en su madre al legendario parque donde solía irme de pinta con la bandada de la secundaria, decido irme a despedir de él, aunque lleve el riesgo que me encuentre algún “mayate” y me pida “pa’ sus chiclets”. Dicen que ahí se juntan los “mayates” y hasta las finas meretrices. Aunque no conozco ninguno de ellos personalmente, no los tolero. Le dan mal nombre a la ciudad donde vivo. Ya tenemos con “El Etilio”. Creo que él también es “mayate”. Al menos, ya tiene la voz.

Siempre he vivido en esta ciudad desde que nací. Decir que la conozco de punta a punta no es verdad. No tengo espíritu aventurero y ahora que estoy de vacaciones, creo que este gran espíritu también lo está, pero saldré de menos a despedirme del parque, a recordar viejas aventuras de los días de escuela.

Cuando estaba en la secundaria era común cada viernes irse de “pinta” al Centro con el resto de la banda. Andábamos por toda la Plaza Tapatía, el Parque Morelos y la secundaria de “Las Jericallas”, ligando muchachitas tan inexpertas como nosotros.

Buena camada de amigos aquellos de antaño. Éramos cosa seria. La bandada la formaban “El Chore”, “La Combi”, “El Chino”, “El Charal” y “El Cosa”. Pura “gente bien”. Sus apodos nacieron justo el primer día de clases. “El Chore” así le decíamos porque estaba bien chorejón. “El Combi” era ganado a pulso. Sólo tenía frente y más frente. “El Chino”, sencillo, estaba chino de la greña. “El Charal” porque tenía los ojos verdes y en ese entonces estaba flaco como un charal de Chapala. “El Cosa”, era especial de por sí. Así le decían por el personaje de “Los Locos Adams”. Ahí está el meollo de su apodo. Era el más cabrón de todos. Se decía “bien hombre”. “Soy de donde se dan los hombres”, decía, pero lo acabamos de chingar cuando “El Chore” le contradecía diciéndole “entre ellos mismos”. “El Cosa” se quedaba serio. Nunca supimos porqué.

Causaba un estatus brincarse la barda en los recesos como un prófugo entre toda la bandada. Subía el “rating” entre los demás del populacho. Atreverse a eso era ganarse el respeto, tan escueto entre los jóvenes de entonces y creo que los de ahora también.

Cruzar de la Calzada pa’lante era toda una aventura. Esa barrera impuesta por esta sociedad materialista y puritana. Nosotros los tapatíos somos muy proclives a marcar todo como blanco y negro. No hay medias verdades, pero sí hay doble morales.

Ya con estos recuerdos me decidí a salir rumbo al parque, a despedirme, pero antes iré a las famosas nieves raspadas del Parque Morelos. Era una parada obligada cuando andábamos toda la bandada juntos por las calles del Centro. Entonces había muchos “mayates”, aunque la verdad nunca vi ni conocí a ninguno. Ahora dicen que sigue habiendo y más y más, pues muchos ya “salieron del closet”.

Las nieves raspadas del Parque Morelos son tan famosas como el parque en sí. Este parque tiene bastantes años. Toda una historia lleva a cuestas. Aquí se gestaron tantas anécdotas que marcan la vida de la ciudad. Me parece increíble que quieran derrumbar todas esas sutilezas que tiene el parque dentro de él mismo.

La vorágine del hombre es más fuerte en su afán por ser avaro, por dejarse llevar por su animalidad.

La zozobra está en toda mi mente. Necesito algo que me suba la presión, el ánimo. Pido un raspado doble, de jamaica. El tradicional. No hay otro. Te digo. No hay medias verdades aquí en Guadalajara. La jamaica rifa.

Me siento a comerme mi raspadote. Escojo la mejor banca del parque, la misma que acaparábamos en aquellos años ochenteros.

De repente, distingo que alguien me mira. Me resulta familiar, pero no ubico mucho a distancia. Esta miopía no me permite ver más allá de mi brazo. Mejor bajo la mirada. No vaya a ser un “mayate” y entonces sí, ni cómo quitármelo de encima. Son reteenfadosos y me vaya a quemar.

- “Quiubo Gumaro, ¿qué haces por aquí? ¿No me recuerdas? Soy ‘El Cosa’. Tantos años ya de no vernos”

Es el pinche “Cosa”. Tan bien que me caías entonces y me vine a encontrar justo a ti, pensé para mí. No lo recordé. Se ve diferente con esos pantalones entallados y su camisa chemise lacosse rosita. Se ve “mamey” hasta eso.

Se me acercó y me dio un abrazo, algo fuerte y casi podría jurar que me quiso dar un beso en la mejilla como se saludan las mujeres y sí, los “mayates”, esos que no me caen.

- “¿Cómo has estado “Cosa”? Te ves muy bien”.

Le respondí. No podía ser descortés. Después de todo era una manera de “pagarle” todas las veces que me cuidó las espaldas cuando me querían agarrar a chingadazos los de “La Valsequillo” en aquellos años que andaba de “polaco”.

- “He estado muy bien. Trabaje y trabaje como negro para vivir como blanco. Mira qué casualidad encontrarte a ti y justo aquí. Tantas veces que venimos”.

No pude evitar distinguir un tonito de voz que no iba con sus bíceps desarrollados y a “El Cosa” que conocí en los años ochenteros. ¿Seguro que era él? Quise dejar que él solo se tirara a matar.

- “Sí, es verdad. Siempre en el desmadre, ¿eh? Veo que sigues igualito de desmadroso. Se te ve en los ojos”.

Le respondí con ironía, mirándole su entallada camisa que parecía blusita. Casi le daba al ombligo. También no podía pasar desapercibido que tiene la ceja delineada y quizás hasta tatuada. No soy bueno para distinguir esas cosas, pero no es normal este “Cosa” al que conocí cuando escuchábamos a los “Hombres G” en las reuniones de los nuevos adolescentes que éramos entonces.

- “No, qué va. He estado muchos años en el gym y pues estoy “mamey” por mi buena suerte. Pesas, frutas y verduras es lo mío. No me veo sin mi rutina cada mañanita”.

Me parece que me tiró una indirecta. Hace mucho tiempo que no hago ejercicio. El fútbol no me trajo buenos dividendos. Las rodillas sólo dan para ser burócrata.

- “¿Qué andas haciendo por aquí? ¿Trabajando?, conste que no lo digo por la fama que tiene el parque, ¿eh? sino, porque lo último que supe de ti es que andabas “sanjuaneando”, vendiendo “falluca”. ¿Aún sigues?”

Quise recobrarle su afrenta. Cuestionarme si hago ejercicio o no. Aunque no es el primero que me lo echa de ver.

- “Sí, ahí sigo. Tenemos un local mi pareja y yo. De hecho, estoy esperando a que llegue. Ya no tarda. Quedamos de vernos aquí”.

¿Dijo pareja? me pregunté yo mismo. ¡Chin! ¿Entonces es puñal “El Cosa”? Con lo bien que me caen los puñales y me vine a encontrar a un amigo íntimo justo en la mata de los mayates. Éramos íntimos entonces, ahorita ni pensarlo.

- “Ah, ya tienes novia, ¿eh? Tú decías que nunca te ibas a casar. Que las viejas te daban ‘hueva’”

Le contesté esperando me hubiera equivocado sobre cómo entendí. ¿Cómo era posible un amigo mío fuera “gay”? Yo no conocía a ninguno así y la verdad no sabía cómo comportarme con alguien muy diferente a mí.

- “No, novia no. Te dije pareja”.

Al momento de responderme, dejó entrever sus movimientos sutiles que confirmaban mis temores: mi amigo es “gay”. ¡Chin! ¿Qué se hace en estos casos?... Despedirme y dejarlo así por nomás no era lo que debería de hacer. Es mi amigo… pero, seguir con él, que me vea la gente con un “rarito” pensaría que también yo soy uno de ellos.

- “¿Te pasa algo Gumaro? Parece que hayas visto un fantasma. Pero me imagino qué pasa. No te esperabas esta nueva faceta en mí, ¿eh? Tú siempre tan anticuado. Parece que sigues siendo el mismo de la secundaria. Aunque te reconozco que te ves interesante con esos lentes de intelectual y tu afán por ser diferente de los demás”.

¿Qué estaba pasando? ¿Me está tirando la onda? ¿Qué haría aquí “El Chino”, “El Charal”? ¿Qué haría yo en una situación así? Es cierto. Soy demasiado convencional y previsible. No me gusta la idea de relacionarme con gente que no me sienta cómodo.

- “No te preocupes Gumaro. Ya estoy acostumbrado a los desplantes de la gente que no sabe qué onda con sus vidas. Pero, anda, tan amigos como siempre, ¿sale? Para sellar nuestra amistad, ¿me das un besito?

1 comentario:

  1. Que gusto haber leído este cuento antes de que lo publicaras. Felicidades por tu Blog !!!

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